Todos
tenemos días, meses, semanas, incluso a veces uno que otro año del terror. No
se engañe, a todos nos pasa. La suerte no existe. La única diferencia es que la
duración de estos períodos parece estar directamente ligada al nivel de
precariedad de nuestro estilo de vida. Ya sea en ámbitos laborales, familiares,
sociales, etc, mientras mas estabilidad haya, más fácil es que esa nubecilla
mala onda se desplace a llevarle su aguacero al gil que va parado al lado en el
metro. Este mes, esa gil fui yo.
Partiendo
por el stress de que se me venía encima una muestra, me pidieron el taller,
explotó la cámara de mi bici, creí haber encontrado otro taller, pero no
resultó. Creo que se me está acabando la pega, pero no lo tengo claro, etc.
Ayer, 16 de Septiembre, cayó mi chaparrón personal. Ahí estaba yo, cocinándome
un poco de almuerzo y simultáneamente cepillando unas estructuras de madera,
cuando me suena el teléfono. Era la funcionaria municipal a cargo de mi
muestra. Cabe mencionar que esta señora representa el chiché de funcionaria
municipal. Es lenta, te hace perder el tiempo, no tiene idea cómo hacer su pega
y ni un ápice de respeto por ti y la tuya. Más encima (pero ya más irrelevante)
tiene el descaro de tratarme de “linda”. Es, en resumen, el tipo de persona que
le da la mala reputación al sistema público: Inoperante, incompetente,
burocrática y con competencias muy por debajo de las necesarias para ejecutar
su rol. Es de esa gente tan cliché por libro, que parece imposible que exista.
Pero existe, y se me cruzó en el camino.
Esta
señora me cuenta que hay un situación extrema en relación con las instalaciones
eléctricas del museo donde se realizaría la muestra. Sin ánimo de entrar en
detalles, me da una lata de media hora (almuerzo quemado) de lo malo que está
todo. Estaba malo de antes, pero después del último temporal es imposible
trabajar en el museo. La única alternativa que me ofreció (a menos de 2 semanas
de la inauguración) es quizás hacer la expo en una de las otras salas después
de abril del 2016. Yo le dije que no se preocupe, que entiendo, fuerza mayor y
todo y le colgué. Pero un par de cosas me quedaron dando vueltas: En primer
lugar, yo se lo inoperante que es. En segundo, me ofende que no tenga idea de
qué se trata mi trabajo, porque es simplemente imposible meter 4 instalaciones
distintas en una sala. Además, me llama la atención que alguien en su cargo no
entienda el concepto de site-specific, ya que uno de los proyectos estaba
específicamente diseñado para ESE museo. En fin. Decantando un poco la
situación y entendiendo que se me estaba pasando a llevar de manera fulminante,
llamé a otra funcionaria pública, del tipo que poca gente admite que existe,
pero que en general representa a la mayoría de los funcionaros públicos. Es una
señora que hace su pega a pesar de los pelotas que están por sobre su autoridad
y que a punta de esfuerzo y perseverancia logra hacer que nuestro país
funcione. Mal, pero peor es nada.
Esta
señora confirmó mis sospechas. El sistema lleva fallando 2 años, se ha
reportado. Incluso se recomendó no realizar la convocatoria a proyectos para
este año, pero sus superiores hicieron caso omiso, y quién paga los platos
rotos? Yo y los otros 4 artistas que me siguen. Mientras tanto, la funcionaria
pública del terror se hace un tecito y se dispone a hacerse la pobre mártir con
los otros 4 giles que probablemente le respondan lo mismo que yo. Eso no se
hace. Yo no lo acepto y no pienso dejarme aplanar así. Por lo que redacté una
carta, se la mandé al alcalde y al director de cultura y me subí a una micro
camino a la municipalidad. Corrí.
Señorita,
tengo un problema algo extraño… NECESITO ver al alcalde.
A la
señorita de informaciones se le cae la cara. Le cuento mi historia. Llama a
otra señora, lo mismo. Esta me dice que corra a la alcaldía a hacerle guardia
al alcalde.
Corro a
la alcaldía.
Señor
guardia! NECESITO ver al alcalde…
Finalmente
terminé hablando por teléfono con la jefa de gabinete quien me aseguró una
reunión debida la gravedad del asunto. Más tranquila, me volví a la casa.
Enchufé el teléfono (se había muerto)
Me puse
a cocinar (ya que mi almuerzo quemado fue escueto)
Me
suena el teléfono. La funcionaria pública del terror. Me tiene media hora con
la oreja morada que cómo se me ocurre mandar esa carta, que teníamos un acuerdo
blablablá. Yo a ratos la tenía que callar para interceder: Señora funcionaria,
entienda, no es personal, pero qué le voy a alegar a usted, si no puede hacer
nada. Yo necesito que el alcalde se entere para que se me garantice una
solución. Pero cómo que blablablá. Empieza a temblar. La vieja sigue gritando.
Sigue temblando, y yo para mis adentros ruego por que se asuste y me cuelgue.
El universo escucha mis plegarias y la vieja huye. Pero sigue temblando… concha
marina!!!!! Apago la cocina, abro la puerta de entrada y me quedo ahí. Enchufo
el teléfono (que se estaba muriendo luego de la gritadera de la vieja) y
espero… Sigue temblando… parece que va a
parar y… sigue. ¡Que cresta! Empiezan los mensajes de la familia… mi hermana
está histérica. Para. Réplica. Mi hermana pregunta qué hace con la guagua en la
tina… ¿Es broma?
Terremoto
8.3 Cresta. Y en Illapel que es puro adobe pa peor. Y yo aquí en Valpo
esperando acechar al alcalde para que me de una solución por algo mínimo en el
contexto de la situación actual… Ahora si que me va a mandar a freír monos...
No lo culpo. Ojalá él tampoco me culpe a mi porque a pesar de todo no puedo
parar de exigir una respuesta.
Se
corta la luz.
Me
pongo a buscar una de esas linternas con dínamo que mi madre anda regando por
todas partes desde el terremoto pasado. Santa Bianca de las Tremebundas. Hay
que darle crédito. A veces sirve. Cada 4 años o más, eso si, pero eventualmente
la naturaleza le da algo de razón. Vivimos en Chile, al fin y al cabo. Escucho
unos gritos, Oscar, el conserje viene a verme.
Francisca,
te dejé la reja abierta abajo, porque es eléctrica.
Gracias
Oscar!!!!
Prendo
la radio
Prendo
velas
Me
sirvo comida… recocida. La vieja de la reconcha… ¡!!me saboteó la comida
denuevo!!!
Me cae
la teja… sin luz Oscar no tiene cómo calentarse comida, así que bajo a ofrecerle
comida calientita y me encuentro con la reja cerrada.
¡Óscar! ¡Óscar!...
Nada
¡Óscar!
¡Óscar!...
Nada.
Esto se
repitió por unos 5 minutos. Nótese que como había alerta de tsunami, había
gente estacionada y parada al frente del edificio. A nadie se le ocurrió
preguntarme si había algún problema.
Se pone
a llover. Me preocupo, porque igual es importante saber dónde cresta está el
conserje. Logro que un cabro me pesque. Está con amigos. Son 5 o 6, con una
cara de pavos lentos insólita y una camioneta gigante. ¿No podemos tener una
ley que diga que si un cabro no se sabe subir los pantalones, está delatando
falta de capacidad intelectual para andar manejando un vehículo que es más
grande que un camión minero?
Logro
que vaya a ver si está Oscar. Vuelve y me dice que no lo encuentra. No lo dudo,
probablemente lo tenía al frente y no se dio cuenta.
Sigue
lloviendo
Vuelvo
a subir los 9 pisos
Teléfono
muerto
Escucho
la radio. Están entrevistando al Alcalde de Illapel. El pobre está choqueado.
Acaba de llegar al lugar dónde falleció una chica aplastada por un muro. El
periodista le pregunta cómo ha sobrellevado Illapel la primera cadena de olas.
Imbéciles hay en todas partes.
Cambio
la radio, pero nada nuevo
Me voy
a dormir
Cuando
me despierto noto que me pica mucho un dedo. Lo miro: Dedito de empanada con
dos puntitos. Como dicen la Lita y Polli, siempre hay una paloma que te caga…
Por lo menos no vi la araña. Ahí si que no duermo del susto.
Aún no
hay luz
Mi
teléfono sigue muerto.
Tampoco
funciona la caldera.
Quizás
debería salir a ver si puedo cargar el teléfono en algún local del centro.
¿Habrá
alguien que me abra la reja?