jueves, 17 de septiembre de 2015

Mi 16 de Septiembre

Todos tenemos días, meses, semanas, incluso a veces uno que otro año del terror. No se engañe, a todos nos pasa. La suerte no existe. La única diferencia es que la duración de estos períodos parece estar directamente ligada al nivel de precariedad de nuestro estilo de vida. Ya sea en ámbitos laborales, familiares, sociales, etc, mientras mas estabilidad haya, más fácil es que esa nubecilla mala onda se desplace a llevarle su aguacero al gil que va parado al lado en el metro. Este mes, esa gil fui yo.

Partiendo por el stress de que se me venía encima una muestra, me pidieron el taller, explotó la cámara de mi bici, creí haber encontrado otro taller, pero no resultó. Creo que se me está acabando la pega, pero no lo tengo claro, etc. Ayer, 16 de Septiembre, cayó mi chaparrón personal. Ahí estaba yo, cocinándome un poco de almuerzo y simultáneamente cepillando unas estructuras de madera, cuando me suena el teléfono. Era la funcionaria municipal a cargo de mi muestra. Cabe mencionar que esta señora representa el chiché de funcionaria municipal. Es lenta, te hace perder el tiempo, no tiene idea cómo hacer su pega y ni un ápice de respeto por ti y la tuya. Más encima (pero ya más irrelevante) tiene el descaro de tratarme de “linda”. Es, en resumen, el tipo de persona que le da la mala reputación al sistema público: Inoperante, incompetente, burocrática y con competencias muy por debajo de las necesarias para ejecutar su rol. Es de esa gente tan cliché por libro, que parece imposible que exista. Pero existe, y se me cruzó en el camino.

Esta señora me cuenta que hay un situación extrema en relación con las instalaciones eléctricas del museo donde se realizaría la muestra. Sin ánimo de entrar en detalles, me da una lata de media hora (almuerzo quemado) de lo malo que está todo. Estaba malo de antes, pero después del último temporal es imposible trabajar en el museo. La única alternativa que me ofreció (a menos de 2 semanas de la inauguración) es quizás hacer la expo en una de las otras salas después de abril del 2016. Yo le dije que no se preocupe, que entiendo, fuerza mayor y todo y le colgué. Pero un par de cosas me quedaron dando vueltas: En primer lugar, yo se lo inoperante que es. En segundo, me ofende que no tenga idea de qué se trata mi trabajo, porque es simplemente imposible meter 4 instalaciones distintas en una sala. Además, me llama la atención que alguien en su cargo no entienda el concepto de site-specific, ya que uno de los proyectos estaba específicamente diseñado para ESE museo. En fin. Decantando un poco la situación y entendiendo que se me estaba pasando a llevar de manera fulminante, llamé a otra funcionaria pública, del tipo que poca gente admite que existe, pero que en general representa a la mayoría de los funcionaros públicos. Es una señora que hace su pega a pesar de los pelotas que están por sobre su autoridad y que a punta de esfuerzo y perseverancia logra hacer que nuestro país funcione. Mal, pero peor es nada.

Esta señora confirmó mis sospechas. El sistema lleva fallando 2 años, se ha reportado. Incluso se recomendó no realizar la convocatoria a proyectos para este año, pero sus superiores hicieron caso omiso, y quién paga los platos rotos? Yo y los otros 4 artistas que me siguen. Mientras tanto, la funcionaria pública del terror se hace un tecito y se dispone a hacerse la pobre mártir con los otros 4 giles que probablemente le respondan lo mismo que yo. Eso no se hace. Yo no lo acepto y no pienso dejarme aplanar así. Por lo que redacté una carta, se la mandé al alcalde y al director de cultura y me subí a una micro camino a la municipalidad. Corrí.
Señorita, tengo un problema algo extraño… NECESITO ver al alcalde.
A la señorita de informaciones se le cae la cara. Le cuento mi historia. Llama a otra señora, lo mismo. Esta me dice que corra a la alcaldía a hacerle guardia al alcalde.
Corro a la alcaldía.
Señor guardia! NECESITO ver al alcalde…
Finalmente terminé hablando por teléfono con la jefa de gabinete quien me aseguró una reunión debida la gravedad del asunto. Más tranquila, me volví a la casa. Enchufé el teléfono (se había muerto)
Me puse a cocinar (ya que mi almuerzo quemado fue escueto)
Me suena el teléfono. La funcionaria pública del terror. Me tiene media hora con la oreja morada que cómo se me ocurre mandar esa carta, que teníamos un acuerdo blablablá. Yo a ratos la tenía que callar para interceder: Señora funcionaria, entienda, no es personal, pero qué le voy a alegar a usted, si no puede hacer nada. Yo necesito que el alcalde se entere para que se me garantice una solución. Pero cómo que blablablá. Empieza a temblar. La vieja sigue gritando. Sigue temblando, y yo para mis adentros ruego por que se asuste y me cuelgue. El universo escucha mis plegarias y la vieja huye. Pero sigue temblando… concha marina!!!!! Apago la cocina, abro la puerta de entrada y me quedo ahí. Enchufo el teléfono (que se estaba muriendo luego de la gritadera de la vieja) y espero…  Sigue temblando… parece que va a parar y… sigue. ¡Que cresta! Empiezan los mensajes de la familia… mi hermana está histérica. Para. Réplica. Mi hermana pregunta qué hace con la guagua en la tina… ¿Es broma?
Terremoto 8.3 Cresta. Y en Illapel que es puro adobe pa peor. Y yo aquí en Valpo esperando acechar al alcalde para que me de una solución por algo mínimo en el contexto de la situación actual… Ahora si que me va a mandar a freír monos... No lo culpo. Ojalá él tampoco me culpe a mi porque a pesar de todo no puedo parar de exigir una respuesta.
Se corta la luz.
Me pongo a buscar una de esas linternas con dínamo que mi madre anda regando por todas partes desde el terremoto pasado. Santa Bianca de las Tremebundas. Hay que darle crédito. A veces sirve. Cada 4 años o más, eso si, pero eventualmente la naturaleza le da algo de razón. Vivimos en Chile, al fin y al cabo. Escucho unos gritos, Oscar, el conserje viene a verme.
Francisca, te dejé la reja abierta abajo, porque es eléctrica.
Gracias Oscar!!!!
Prendo la radio
Prendo velas
Me sirvo comida… recocida. La vieja de la reconcha… ¡!!me saboteó la comida denuevo!!!
Me cae la teja… sin luz Oscar no tiene cómo calentarse comida, así que bajo a ofrecerle comida calientita y me encuentro con la reja cerrada.
¡Óscar!  ¡Óscar!...
Nada
¡Óscar! ¡Óscar!...
Nada.
Esto se repitió por unos 5 minutos. Nótese que como había alerta de tsunami, había gente estacionada y parada al frente del edificio. A nadie se le ocurrió preguntarme si había algún problema.
Se pone a llover. Me preocupo, porque igual es importante saber dónde cresta está el conserje. Logro que un cabro me pesque. Está con amigos. Son 5 o 6, con una cara de pavos lentos insólita y una camioneta gigante. ¿No podemos tener una ley que diga que si un cabro no se sabe subir los pantalones, está delatando falta de capacidad intelectual para andar manejando un vehículo que es más grande que un camión minero?
Logro que vaya a ver si está Oscar. Vuelve y me dice que no lo encuentra. No lo dudo, probablemente lo tenía al frente y no se dio cuenta.
Sigue lloviendo
Vuelvo a subir los 9 pisos
Teléfono muerto
Escucho la radio. Están entrevistando al Alcalde de Illapel. El pobre está choqueado. Acaba de llegar al lugar dónde falleció una chica aplastada por un muro. El periodista le pregunta cómo ha sobrellevado Illapel la primera cadena de olas. Imbéciles hay en todas partes.
Cambio la radio, pero nada nuevo
Me voy a dormir
Cuando me despierto noto que me pica mucho un dedo. Lo miro: Dedito de empanada con dos puntitos. Como dicen la Lita y Polli, siempre hay una paloma que te caga… Por lo menos no vi la araña. Ahí si que no duermo del susto.
Aún no hay luz
Mi teléfono sigue muerto.
Tampoco funciona la caldera.
Quizás debería salir a ver si puedo cargar el teléfono en algún local del centro.

¿Habrá alguien que me abra la reja?